En la mayoría de los brotes de enfermedades epidémicas, se considera que los cadáveres de las personas fallecidas a raíz de esas enfermedades no son infecciosos y plantean un riesgo mínimo cuando se manipulan conforme a las precauciones universales1 . La COVID-19 es una enfermedad infecciosa reciente, causada por el virus SARS-CoV-2. Se transmite fácilmente entre las personas vivas, sin que se tenga conocimiento de transmisión por parte de personas difuntas. Así, se recomiendan ciertas precauciones especiales para reducir el riesgo de quienes manipulan los cadáveres, el personal sanitario y de pompas fúnebres, así como de todas las personas que participan en la gestión y la manipulación de difuntos.